Las palabras no descubren mis sentimientos
y mis oídos no traducen mi voz.
Mis ojos se tornan nublosos
frenando mis lágrimas a florecer.
y mis oídos no traducen mi voz.
Mis ojos se tornan nublosos
frenando mis lágrimas a florecer.
Observo desde mi ventana,
con la mirada vacía,
como esperando vanamente que mis ojos
sean testigos de algo fascinante
en medio de la silenciosa y solitaria ciudad.
Y allí estoy, como si todo aquello fuera mi mundo,
como si mi única compañía fuera yo misma...
Veo los atardeceres asomarse y esconderse,
y allí me quedo, apartada y distante, perdida y desamparada.
y allí me quedo, apartada y distante, perdida y desamparada.
No me esfuerzo por buscar otra otra alma,
he renunciado a buscarla...
Sin embargo, existe en un remoto lugar de mi interior
la sensación de que dócilmente, sin desesperación,
espero siempre su llegada.
espero siempre su llegada.
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