Tras las largas jornadas errando en medio del tránsito, acudo al desinteresado juicio del papel, me desnudo ante él y me muestro tal cual soy, así, sin más...
8/21/2013
Gris
Mente con una densa y gris nebulosa. Nudo en la garganta oídos un tanto sordos y mirada cansada, labios dormidos y temblorosos. No sé cómo titular esto que siento. Hay mil y un sensaciones que como un fantasma vigilante me asecha todo el tiempo. Sé que hay cosas por aclarar, hay cosas por tantear y saborear, e incluso hasta tragar. Cosas que deben irse hacia donde pertenecen (al pasado) una vez que yo deje de chocar con la misma pared al intentar ponerlas en el presente. Otras que se deben saborear por muy amargas que puedan ser y tragarse una vez que se haya aceptado que no todo puede ser tan dulce como uno quisiera. Gracias a lo que hoy tengo. Si no fuera por ello sería imposible ver más de mí misma. Ver que suelo encerrarme en mi burbuja por respeto a la realidad que hay allí abajo. También ver que mis fantasmas del miedo gritan por dentro vueltos locos cuando mi ilusión de posesión se ve amenazada por el abandono. Muchas cosas por aceptar, por ver, por creer, por aprender, por conocer, y tanto más. Y por mucha mierda que puedan parecerme ciertas cosas que veo en mí, termino viendo, al final del túnel de un profundo pensamiento que, todo aquello es una pieza del rompe cabezas que me forma. A qué voy, voy a que cada parte es esencial ya que todo es parte un todo, nada está porque sí y, sólo mientras se quiera, se puede cambiar. Fácil o difícil no es certeza dada por un estudio científico ni de algún consejo de un buda. Sencillamente depende de cada quién. Creo que mi nulidad psico-emocional debe continuar su curso. Podría ser que permitir que el sentir fluya en uno hasta que por naturalidad se retraiga es una oportunidad de conocerse aún más y sanar naturalmente. El sentir es proceso que está en constante transformación, que si bien es cierto, como todo proceso, requiere de tiempo. Por otra parte podría controlar mi mente, ordenarla, desviar pensamientos, quitar la atención, todo esto a voluntad. Pero qué tal si nada más sea un mecanismo calmante temporal que no me aseguraría que futuramente vuelva a brotar. No lo sé. Además siento que no cuento con la suficiente fuerza para actuar así. Las ganas se desmayan a medida que descienden por mi cuerpo.
Pero todo pasa. Esto pasará. La vida pasará. Este instante pasará. Ya pasó. Y continuará el siguiente. (suspiro)...aquí vamos.
8/04/2013
Hasta la siguiente parada
Lánguidas ganas de continuar recorriendo un caudal lleno de espinas,
agotados mis ojos revestidos con la espesa y abrupta luz que ya poco
ilumina.
Poco sentido tiene el seguir descubriendo las formas al tacto y con los ojos cubiertos, son formas que tiñen aquel túnel más bien escuálido.
Gastadas las suelas, los pasos, que turban el tiempo y la distancia. Aquello desvanece.
El reloj se detuvo, sigue oscilando agonizante aquella manecilla del minutero, sin continuar, sin retroceder.
Tal vez esperando morir, tal vez morir sea imprescindible para que aflore la proximidad de un nuevo camino a seguir.
El frío ha arruinado las hojas del otoño que un día adornaron coloridos los árboles, y en ellas destilaba la lluvia por aquellas tardes desde marzo.
Es así la danza de la naturaleza, el constante cambio, la constante transformación, el movimiento incesante…de lo contrario, todo se estanca, se detiene el curso, y así no hay manera de crecer.
Ahora ha de llegar la siguiente parada, no sin antes haberse concluido este actual capítulo, y así continuar uno nuevo en la hoja en blanco a la vuelta de la página, siendo esta la esencia misma del transcurso de la vida.
No he de conocer el destino del siguiente viaje, mucho menos lo que este ha de deparar, más aquí estoy transitando en el camino hasta aquel paradero.
Tal como una hoja temblorosa y a medio desprender, que la agita sin cesar el viento hasta que, sin más apegos al árbol, se echa por fin a volar.
Poco sentido tiene el seguir descubriendo las formas al tacto y con los ojos cubiertos, son formas que tiñen aquel túnel más bien escuálido.
Gastadas las suelas, los pasos, que turban el tiempo y la distancia. Aquello desvanece.
El reloj se detuvo, sigue oscilando agonizante aquella manecilla del minutero, sin continuar, sin retroceder.
Tal vez esperando morir, tal vez morir sea imprescindible para que aflore la proximidad de un nuevo camino a seguir.
El frío ha arruinado las hojas del otoño que un día adornaron coloridos los árboles, y en ellas destilaba la lluvia por aquellas tardes desde marzo.
Es así la danza de la naturaleza, el constante cambio, la constante transformación, el movimiento incesante…de lo contrario, todo se estanca, se detiene el curso, y así no hay manera de crecer.
Ahora ha de llegar la siguiente parada, no sin antes haberse concluido este actual capítulo, y así continuar uno nuevo en la hoja en blanco a la vuelta de la página, siendo esta la esencia misma del transcurso de la vida.
No he de conocer el destino del siguiente viaje, mucho menos lo que este ha de deparar, más aquí estoy transitando en el camino hasta aquel paradero.
Tal como una hoja temblorosa y a medio desprender, que la agita sin cesar el viento hasta que, sin más apegos al árbol, se echa por fin a volar.
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