Te espiaba por la ventana, estabas con luz de vela, aún hasta esas altas horas, continuabas sentada en tu cama, mirando tus pies tambalearse, tal vez, esperabas que sucediera lo inesperado desde algún recóndito lugar del silencio. Cuando te miré por vez primera, me distrajeron tus pies descalzos, parecían más blancos que de costumbre. La luz de la vela, se refractaba perfectamente en un costado de tu rostro, mientras que tu otro costado se resplandecía en la sombra de contraluz.
La sutil tendencia que tenías de pensar sentada, era lo que inevitablemente me susurraba que aún te pasas las noches esperándolo.
Te infundes en recuerdos, tu mirada cabizbaja lo expresaba- acaso, ¿el corazón no tiene piedad?, ¿por qué esa inhumana memoria del corazón, es la que mortifica cuando el alma extraña?
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